Examen de Primer Año
Tercer trimestre del 2001

Como ya se sabe, el taller de primer año tiene como eje la formación del alumno en este modo de ser particular que es la observación. Se trata de un modo de ser porque exige sostener en el tiempo una actitud de tensión con el mundo que permanentemente contemplamos, interrogamos y construimos. Parto diciendo que se trata de una vía porque es necesario permanecer avanzando en ella, en un tiempo demorado y su figura entera rima con lo que se ha querido constituir como experiencia de este primer año:
El principio de este camino es la contemplación, la disposición abierta para recibir lo que se ve, en un estado de silencio activo, tenso en escuchar, ver, recibir. Incluso la ciencia reconoce que el acto de observar interviene modificando de algún modo el fenómeno observado, la contemplación es ahí, de cuerpo presente, participando de algún modo, sin atenuar en absoluto la complejidad del mundo, la presencia simultánea de los elementos más heterogéneos que concurren ahí, sin mediar nada. Esto da pie al segundo paso reflexivo que compromete al espacio y su acontecer con sus múltiples distinciones, asociaciones y convergencias. Aquí comparece la abstracción, la capacidad de asignarle una medida a lo visto, el punto radical y absoluto de otorgarle un nombre. Nombre que tiene la gracia de una virtud. Gracia y Virtud, entendidas en su sentido original de florecimiento, esplendor y belleza, incluso, con la alegría festiva que trae la comprensión de un secreto que hemos perseguido y queremos dar forma.
Cabe decir en este punto del relato que todo este recorrido que comienza en un hecho concreto visto y que llega a este nombre-virtud-abstracto ha tenido un sentido que va desde lo físico a lo metafísico (que es el ver) pero es precisamente aquí, en este punto-pivote, desde donde queremos volver al reino de las formas físicas (que es el construir) cuando se hace necesario un salto que es sólo posible en el campo del arte, no en el de la lógica deductiva, funcional, reparatoria, economicista, etc. Es tomando un partido, decidiendo un curso se toma. Esta decisión debe ser con gracia. (Las Gracias normalmente se acompañan por las Musas. El Poeta Hesíodo dice: “dichoso aquél a quien las musas aman; de sus labios fluye dulce el lenguaje.”
Particularmente esta última etapa ha cuidado este último momento, el de la concepción de una forma. Cabe notar que esta vía de la observación, para que pueda constituirse como estudio, exige la disciplina del registro, de estar fijando incesantemente lo visto. Exige acopiar en croquis, carpetas, dibujos de complacencia, láminas, cursos del espacio, figuras de relaciones, cuadernillos, bitácoras, etc.

¿Quién accede, por ejemplo, a la mención de diseño gráfico?

Aquel que no solamente es capaz de llevar este registro que fija en simultaneidad con cada faena, sino que además es capaz de volverse sobre ellos y dar cuenta de lo visto a partir de una invención. Como se trata de dar cuenta de algo visto, registrado, lo registrado se vuelve exponible, y exponer exige la capacidad de dar cuenta coherentemente de todo el camino que se ha recorrido. Esto significa que una experiencia creativa y plástica puede volverse un discurso.
Aquel que sostiene este registro en esta exigencia simultánea que sabe que no se trata de algo personal, sino que tiene la potencia para ser visto y leído por otro, alcanza otro grado de fijación, otro grado de legibilidad, quizá con la hospitalidad implícita de una construcción que tiende a lo universal a lo que habla por sí solo.