Las transformaciones contemporáneas en el ámbito económico y tecnológico han generado reflexiones sobre la vigencia de las categorías tradicionales del capitalismo. En diversos análisis, se describe un fenómeno que Yanis Varoufakis denomina “tecno feudalismo”, donde ciertas empresas con infraestructura digital centralizada acumulan volúmenes de información y ejercen modalidades de control que rebasan las lógicas del mercado clásico. Este cambio se observa en plataformas y servicios en línea que capturan datos personales de sus usuarios sin requerirles un contrato formal de trabajo, pero que, no obstante, aprovechan su actividad para incrementar el valor de la plataforma. Ejemplo: Google registra la ubicación de cada persona que utiliza su aplicación de mapas. El usuario, al desplazarse con el teléfono, provee información georreferenciada que aumenta la “capacidad de mando” de la empresa; la persona trabaja gratis engrosando el cloud capital de Google, en este caso. Esta capacidad no se limita a la recolección de datos; también posibilita la creación de algoritmos que anticipan preferencias, guían decisiones de consumo e incluso establecen condiciones para la producción de más datos. Así, se perfila un tipo de poder que no depende de la relación salarial clásica ni de la explotación del trabajo en el sentido tradicional, sino de la continua generación de información por parte de consumidores que ignoran su contribución efectiva al capital de estas plataformas.
La hipótesis de “tecno feudalismo” sugiere la emergencia de un orden donde el antiguo modelo de mercado se transforma en redes dominadas por mecanismos de planificación centralizada. El término “feudal” se emplea para describir la relación de subordinación a quienes controlan la infraestructura y los flujos de información. Las interacciones en un entorno como Amazon, por ejemplo, no responden a una lógica de intercambio simétrico entre compradores y vendedores, sino a un sistema jerárquico en el que el propietario de la plataforma impone condiciones y define el acceso a bienes y servicios de manera unilateral (Estalinismo).
En este panorama, surgen propuestas para diseñar un sistema alternativo que permita la operación de redes tecnológicas bajo modelos distribuidos o federados. El enfoque federado busca contrarrestar la concentración de poder y la forma en que se generan los datos. Bajo este modelo, cada nodo en la red asume el rol de consumidor y, al mismo tiempo, de productor. Es decir, cada persona, al mantener su propio nodo, aporta al desarrollo de la infraestructura y, de forma consciente o no, contribuye con información para el aprendizaje y perfeccionamiento de los sistemas colectivos.
Aun así, la adopción de un modelo federado no implica la supresión total de las dinámicas de beneficio económico. Cada nodo retiene la potestad sobre la información y podría decidir qué parte de sus datos se comparte y bajo qué términos. La monetización, de existir, se distribuiría a través de la red sin seguir el patrón de concentración que caracteriza a las plataformas centralizadas. La contribución de cada individuo abarcaría datos de uso, preferencias, ontologías personales y rutinas de entrenamiento de modelos de inteligencia artificial. El “entrenamiento federado” consiste en mantener y refinar algoritmos de forma descentralizada, evitando la transferencia masiva de datos a servidores propiedad de un único agente.
El potencial de esta aproximación se observa en la posibilidad de que cada persona posea infraestructura mínima, pero funcional, para operar su propio nodo: un teléfono con capacidad de conectarse a redes de malla, por ejemplo. El desarrollo de dispositivos y programas cada vez más accesibles permitiría sostener esta arquitectura dispersa. Además, cada nodo podría incorporar diversas funciones: credenciales digitales, identidades verificables, agentes personales que gestionen preferencias lingüísticas o semánticas, bases de conocimiento para el almacenamiento local de datos e, incluso, espacios de experimentación con modelos de IA.
En este marco, nuestro trabajo es pensar en conceptos a escala “tecno-social”, donde confluyan criterios de diseño, conectividad y colaboración para conformar redes de apoyo mutuo y producción compartida de contenido (Pensando en formas de disolver el tecno feudalismo post capital). Dichas redes no exigen la renuncia a toda forma de retribución económica, pero sí redefinen la relación entre usuarios, proveedores de servicios y desarrolladores de tecnología. El resultado es una plataforma donde las condiciones de acceso y operación se conciben de modo distribuido, y cada integrante conserva mayor autonomía sobre sus datos y los procesos de aprendizaje de las herramientas asociadas.
La reflexión sobre el tecno feudalismo apunta, por tanto, a la necesidad de explorar alternativas que no reproduzcan la concentración de poder detectada en las grandes plataformas. El modelo federado se plantea como una vía para que las comunidades conserven el control de su información y recursos, al tiempo que siguen beneficiándose de las posibilidades de la comunicación digital. En consecuencia, el diseño de transición en la era del tecno feudalismo busca establecer estructuras que permitan la coexistencia de la innovación con mecanismos de gobernanza abiertos y descentralizados, contribuyendo a la construcción de redes más equitativas en la generación y aprovechamiento del conocimiento.