Al taller de primer año se le pide constituirse como la construcción de una experiencia de entrada al Oficio del Diseño. Si nos remitimos a las etimologías, la pablabra Diseño, que es tanto sustantivo como verbo, significa dibujo (o boceto, croquis), en un sentido de designio, de dibujo anticipatorio.

Written by

×

La Experiencia del Taller de Primer Año de Diseño

Al taller de primer año se le pide constituirse como la construcción de una experiencia de entrada al Oficio del Diseño.
Si nos remitimos a las etimologías, la pablabra Diseño, que es tanto sustantivo como verbo, significa dibujo (o boceto, croquis), en un sentido de designio, de dibujo anticipatorio. Se trata, entonces, del oficio de dibujar los dibujos que anticipan aquello que todavía no es.

Este taller es —entonces— la experiencia del aparecer de la forma desde el dibujo, y estudia cómo es el ocurrir de las cosas que se nos ocurren (a los diseñadores) y avanzar en esta idea, al principio discreta, del aparecer:

algo no es
→ luego aparece y está

(A primera vista, el aparecer es un salto abrupto, casi imposible de distinguir algo en ese trance instantáneo del aparecer). Entonces nosotros nos adentramos en el aparecer que se origina desde el dibujo, desde el lenguaje de las formas. Para esto es preciso tener:

  1. Experiencias del mundo, de la ciudad, del otro. Experiencias en el cuerpo, que se imprimen en nosotros, que nos causan impresión. Aquí se apela a la sensibilidad de cada cual ya que se requiere estar abierto y disponible para recibir aquello que el mundo ofrece
  2. Las impresiones se vuelven expresiones. En este punto, comparece el lenguaje en un primer estado: el de la representación. ¿cómo nos representamos a nosotros mismos estas experiencias? Porque pensamos a partir de figuras, de representaciones internas. Nos damos cuenta que existen varios lenguajes y cada uno con su propio logos.
    1. El primero es el de la palabra, que trae los nombras y que distingue cada cosa.
    2. El segundo es el del dibujo, que nos trae el espacio, las formas y la luz, desde la línea, el trazo y la superficie que articula los contrastes
    3. El tercero es el dibujo abstracto o esquema, que construye su lenguaje a partir de secuencias, series, partituras y estelas. Todo ellos metáforas del tiempo, de las relaciones y los procesos
  3. Las expresiones se vuelven construcciones, por medio de lenguajes que hacen aparecer aquello que no es (o del aparecer nuevo), y que se apoyan en otros lenguajes anteriores, de representación: 
    1. como el lenguaje de los algoritmos que construyen las máquinas formales de expresión
    2. el lenguaje formal plástico, que por medio de la materia dúctil y maleable propone pura abertura.

Éstos son los temas, las aristas y los lenguajes del taller. Nos damos cuenta que cada uno debe ser capaz de integrar, en su interior, estos distintos lenguajes. Ésto se precisa para entrar al oficio y poder anticipar desde el dibujo, es decir, tener capacidad proyectiva.
Son 4 inteligencias distintas, cuatro modos distintos de la abstracción:

  1. La abstracción de la palabra que nombra
  2. La abstracción del dibujo, que sintetiza y representa
  3. La abstracción del morfismo o esquema, que modela una metáfora y configura
  4. La abstracción matemática, que es unívoca y estricta, pero que desde su impecabilidad puede hacer que la materia “funcione”
  5. La abstracción abierta de la forma material, que se va “tejiendo” y proponiendo su sintaxis en el proceso mismo de su aparecer

La invitación que el taller hizo a cada uno fue establecer las propias conexiones para que cada uno de estos momentos creativos se volvieran un contínuo, que se integraran en un modo, un lenguaje y una inteligencia propia del aparecer.

En la travesía, nos hicimos a un lenguaje elemental que proponía una estructura y un ritmo. A partir de ella pudimos transitar contínuamente en el aparecer de la forma:

  1. Lineatura y contraste de la imagen
  2. Corte y hendido en la matriz de contraste de la imagenes decir, que aparezcan distingos en el aparecer, que podamos razonar con las formas (porque tienen un logos) y para que sepamos, a partir de lo que hay, saber decir aquello que ha de aparecer.

Imagen de la Travesía

Hemos partido del dibujo como todo iniciarse en la escuela –así arquitectos y deseñadores–, en la naturalidad con que la contemplación nos arroja a la observación a través de la línea.

Durante el tiempo de travesía en Isla Mocha avanzamos a un dibujo xilográfico que supone en su proceso el paso por las 3 dimensiones de un objeto; las cavidades de la matriz de madera abren la posibilidad del blanco, quien en el dibujo cualquiera –a mano–, se mantiene intacto. Aquí, este blanco afectado es el que compone el dibujo: no se toca lo que hay en la superficie, puesto que el negro del dibujo es posterior a su ejecución, es decir, hay un entintado homogéneo para cualquier dibujo xilográfico.

Se puede nombrar esto como una inversión propia del arte xilográfico; demás está decir que se dibuja espejadamente para que en el traspaso de la impresión aparezca el derecho natural de la imagen.

A su vez, la travesía arroja de suyo la posibilidad de avanzar sobre aquello en que se trabaja y a la vez se desconoce; un paso más en la talla del dibujo.
Tomamos la primera xilografía y la sometemos a la resolución de una grilla que se sobreponía sobre la imagen; más aún, le agregamos una dimensión tipográfica de lectura que pudiera recoger un pasaje de Amereida que versaba sobre la cantidad y el numeral; sin embargo había más:

el temporal cuela aguas de arriba y abajo
vuestra enumeración cuenta como ir
traen vino al azar        quienes
voladores nos distancian
para hacernos camino

Tallamos al igual que en la primera xilografía –o primer momento– cual si fuera ésta la finalidad del dibujo… sin embargo no lo era; al entintar, las partes bajas (blanco en el momento posterior de la impresión) se ennegrecen, se pinta la tablilla entera y luego de seca la tinta, lijamos la cara superior (la que traspasa la tinta al impreso), así el negro que era tinta y el blanco hueco se volvieron a invertir en pos de la postura de las tablillas en el cielo del Pabellón Isolado como una baranda –bandera– de lectura; la talla misma se volvía objeto que ilustraba y leía un texto que para la obra hablaba desde su propio silencio o en un texto que dijese de su origen: aventura de Amereida.